lunes, abril 04, 2016

Economía mexicana sometida por avance del dominio del capital global

(Tercera y última parte) 

Ante toda  esta situación nos ha llevado el predominio de la Inversión Extranjera Directa (IED), convertida por los estrategas en factor económico fundamental, verdadero pilar, del que ponderan su capacidad de creación de empleos, algo bastante discutible, pues buena parte de las empresas transnacionales no son intensivas en trabajo sino en capital, como la automotriz, pues operan más bien con sistemas automatizados. 

Naturalmente, las enormes utilidades obtenidas en México por el capital extranjero son luego repatriadas a sus países de origen, como hacen los bancos españoles, que en buena medida logran mantenerse a flote en Europa en tiempos de crisis gracias a la inyección de utilidades extraídas de Latinoamérica, muy particularmente de México, como en los mejores tiempos de la colonia cuando hacíamos la grandeza de España con el oro mexicano. A nosotros no nos queda el beneficio de esa riqueza en forma de ahorro, inversión y desarrollo de infraestructura.

Depender, en tan alto grado, de ese tipo de inversión es estratégicamente peligroso, pues cuando así conviene a sus intereses se retira y deja desfondadas a las economías de países pobres; si no se atienden sus condiciones emigran a otros países donde la legislación laboral, fiscal o ambiental sea más laxa. Normalmente, muchos de esos corporativos, como Walmart, pagan impuestos irrisorios, y la carga fiscal recae sobre los hombros de los causantes de bajos ingresos y de clase media baja. 

La IED dejada a su arbitrio termina irremediablemente apoderándose de los recursos nacionales y de nuevos sectores económicos, por lo que no es la mejor solución para impulsar desarrollo y generación de buenos empleos; más bien debiera regularse eficientemente (como hace, por ejemplo, China), con un criterio centrado en el desarrollo del país y el bienestar social. Obviamente, puede ser útil, siempre y cuando desde el Estado se la ordene y oriente con arreglo a una estrategia, evitando sus excesos y su avasallante preponderancia económica, y política. 


Sin desdeñar el papel que puede jugar la IED, en un equilibrio sano, México debe depender en mayor medida del ahorro y la inversión internos como garantía de soberanía y desarrollo, para fortalecer una economía próspera y competitiva, cuyas utilidades se reinviertan en el país y aporten al fisco como parte de un mecanismo distributivo tan necesario como urgente.