martes, marzo 29, 2016

La democracia actual es de los multimillonarios

Los empresarios de medios de comunicación tienen el poder para combatir adversarios políticos, hacer y destruir honras y fabricar ídolos de barro, llevando así ventaja absoluta en las elecciones. Dice al respecto Stiglitz, refiriéndose al uno por ciento más rico de la población estadounidense (que hasta 2007 controlaba el 65 por ciento del ingreso total del país, y hoy más del 90), que “… estas inversiones pueden rendir utilidades mucho más altas que las comunes, si se incluye el impacto en el proceso político”. Y añade que: “Desde que las corporaciones tienen muchos millones de veces más recursos que la vasta mayoría de americanos individuales, la decisión tiene el poder de crear una clase de promotores políticos súper ricos con un interés político unidimensional: incrementar sus utilidades” 

Los empresarios que logran colocar a sus representantes en el poder diseñan las políticas de Estado, por ejemplo, el sistema fiscal, evitando ser gravados con impuestos, y legislando en su favor en cuestiones laborales, ambientales, etc., o decidiendo sobre la aplicación del gasto público. Además, imponen a sus personeros en los cargos públicos más influyentes.

Y no se vale protestar, pues quien lo haga será ipso facto acusado de delito de lesa sociedad: “provocar” la lucha de clases y con sus palabras “dividir” a la sociedad, un engaño del tamaño del mundo, pues esa lucha existe objetivamente desde hace mucho tiempo, y hoy con renovada crudeza, como lo aceptan los más conspicuos representantes del actual estado de cosas. Stiglitz cita al multimillonario ‪#‎WarrenBuffet‬, quien tranquilamente afirma: “Ha venido ocurriendo una lucha de clases durante los últimos veinte años y mi clase la ha ganado”.

La descrita es la situación imperante en las economías dominadas por el capital, donde las campañas presidenciales son todo menos programas o propuestas, carisma, voto libre de coacción, etc., sino cuestión del peso en millones de quienes patrocinan a cada candidato. 

Es la democracia de los multimillonarios, una guerra de potentados por el control del gobierno, de la que el pueblo queda excluido de facto, y, consecuentemente, la democracia, entendida como gobierno del pueblo y para el pueblo, se ve reducida a un cascarón, vacío de contenido, pues el pueblo, en cuyo nombre se gobierna, no tiene dinero ni padrinos ricos para hacer valer sus intereses. La democracia es también mercancía, y no es exagerado decir que tendrá acceso a ella quien tenga para pagar boleto de entrada; pero el problema se agudiza, pues en tanto la riqueza siga acumulándose y el número de pobres aumentando, serán más los excluidos, pues la igualdad económica, supuesto básico de la igualdad política real, va desapareciendo. Consecuentemente, sólo en una sociedad con distribución equitativa podría haber iguales derechos políticos y de todo tipo; en una tan polarizada como la actual, es una ficción. 

El capital como poder de élite y sobre la voluntad popular

Es derecho ciudadano (De acuerdo al artículo 35 constitucional), poder ser votado para todos los cargos de elección popular. Teóricamente, cualquiera con sus derechos a salvo puede ser presidente municipal, diputado, senador, gobernador o presidente de la República. 

Supuestamente, todos somos iguales ante la ley, la famosa igualdad jurídica, mas la realidad se resiste a ese mandato de papel, pues como es propio de los países capitalistas, en México este precepto jurídico es nugatorio: lo anula la desigualdad económica. Dice Joseph Stiglitz en su obra El precio de la desigualdad que la democracia se funda en el principio de una persona un voto, postulado que en la realidad ha sido remplazado por un dólar un voto, de manera que quienes más dinero tienen, más poder tendrán para elegir gobernantes y manejarlos a conveniencia, privilegiando así al capital sobre el interés social en la política de Estado. 

Y el problema se agudiza: conforme la desigualdad aumenta, la base económica y social de la democracia se erosiona peligrosamente. Al respecto, "Stiglitz cita a Paul Krugman, premio Nobel de Economía: “La extrema concentración del ingreso es incompatible con la democracia real. ¿Puede alguien negar que nuestro sistema político está siendo pervertido por la influencia del gran capital, y que la perversión está empeorando conforme la riqueza de unos cuantos se hace más grande?” 

Así el capital se asegura la subordinación de los políticos, y se impone el poder de la elite económica sobre la “voluntad popular”, reducida a mera pantalla para ocultar al primero. 

EU y otras economías vigorosas

Un país libre definitivamente será posible bajo la condición de que exista una verdadera democracia. Si la libertad de los ciudadanos de cualquier nación se puede lograr, la democracia también existirá

No hay duda que un país como México, donde existen más 80 millones de mexicanos en pobreza extrema: un país donde la inseguridad y violencia son el desayuno, comida y cena de todos los días; donde millones de mexicanos viven con menos de un dolar al día; donde la corrupción política y económica de nuestras instituciones están a la orden del día,  en u país así lograr una libertad es muy difícil.

Querer lograr también una país independiente, tanto política como económicamente, sólo será posible cuando a nivel mundial los países comiencen a independizarse o cuando el país dominante, en este caso Estados Unidos, comience a tener contrapeso con otras economías potentes y vigorosas. ¿Las hay?. Sí, China y Rusia, pueden ser algunas de ellas.