(Primera parte)
No es difícil demostrar, incluso con cifras al canto, que hace ya un buen rato que el capitalismo o “economía de libre empresa” dejó atrás la fase de la libre competencia para internarse resueltamente en la fase de los monopolios, en la fase de la economía dominada por capitales inmensos que crean empresas igualmente gigantescas de alcance mundial. Y no es que la libre competencia haya sido erradicada de la faz de la tierra; simplemente ha perdido su carácter central, dominante, para pasar a ocupar un lugar enteramente subordinado, enteramente subsidiario con respecto a las grandes empresas monopólicas de la actualidad.
La consecuencia más trascendental de esta transformación de la libre competencia en una economía cartelizada, trustificada, dominada por el monopolio, tiene un doble carácter. En primer lugar, gracias al gran tamaño que alcanzan las nuevas empresas, sumado a una mejor organización de su actividad productiva y al continuo y rápido perfeccionamiento técnico de las máquinas, de las herramientas y de todos los medios auxiliares del proceso productivo mismo, se genera con gran rapidez una enorme cantidad de mercancías que en poco tiempo rebasa la capacidad de consumo del mercado interno y comienza a acumularse, a formar un gran excedente de productos terminados que necesitan (y exigen) la apertura de nuevos mercados más allá de las fronteras nacionales.
Por otra parte, el dominio generalizado de los monopolios crea importantes ahorros de capital al eliminar los gastos superfluos que origina la libre competencia, al fomentar una mayor eficiencia de las inversiones y al reducir la demanda de capital para el establecimiento de nuevos negocios, precisamente por haber reducido drásticamente el número de inversionistas y de empresas al suprimir la libre competencia. Además, los monopolios, al quedar como dueños absolutos del mercado, multiplican la escala de su producción para poder satisfacer una demanda súbitamente incrementada, organizan mejor la distribución de sus productos eliminando intermediarios y fijan los precios de sus mercancías, con lo cual se aseguran una sobre ganancia en relación con la utilidad media fijada por el mercado “libre”. Todo esto, actuando simultáneamente, genera una enorme concentración de capital ocioso que, junto con el excedente de productos, busca (y exige) nuevos mercados, nuevos espacios económicos donde poder invertirse productivamente, de acuerdo con su naturaleza intrínseca de capital, es decir, de dinero que se incrementa a sí mismo.
Sin duda los monopolios cada día se empoderan más con ciertos tratados pero además de todo lo que comentas, es muy importante que exista la libre competencia y que ésto se termine porque con eso,evoluciona el mercado.
ResponderEliminarClaro, los monopolios, duopolio y monopolios!!!
ResponderEliminar¡Algunas empresas hasta parecieran que tienen vida propia!
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