(Segunda parte)
Fue esto, y ninguna otra cosa, lo que desató la fiebre de “colonización” de territorios supuestamente “vacíos” en Asia y en África principalmente; fiebre que hizo su aparición en las últimas tres décadas del siglo XIX y en buena parte de la primera mitad del XX. Inglaterra, Francia, Italia, Bélgica, y en menor medida Alemania y Portugal, se repartieron todo el continente africano y parte importante del Cercano, Medio y Lejano Oriente; y fueron estas mismas potencias europeas las que comenzaron a crear “protectorados” y “zonas de influencia” para hacerse de territorios más poblados y, por tanto, ya no “colonizables”, con el fin de asegurarse el mayor espacio posible para sus exportaciones de mercancías y de capitales sobrantes.
Los movimientos de liberación nacional que surgieron en esos países y regiones, sumados al terror que provocó en las élites monopolistas el surgimiento y desarrollo del socialismo, primero en Rusia y luego en toda la Europa de Este, las obligó a abandonar (no sin una sangrienta y encarnizada resistencia) la política de colonización y de “protectorados”. Fue entonces cuando aparecieron y se pusieron de moda los “golpes de Estado” contra gobiernos insumisos, protagonizados por civiles o por las castas militares autóctonas, cuyo objetivo era colocar en el poder a gobernantes títeres, obedientes a la voz y a los intereses de los grandes monopolios del planeta y de los gobiernos que los representaban. Surgieron los “gorilatos” en América del Sur, los dictadores sanguinarios y corruptos (como Mobutu en África y Suharto en Indonesia), las monarquías y hasta las repúblicas hereditarias, todos ellos sostenidos y defendidos por los intereses monopólicos del planeta. Esa fue la historia de la segunda mitad del siglo XX.
Pero vino la caída del muro de Berlín (1989) y tras él la bancarrota total del “bloque socialista” (1991), y así llegó la hora de la “democracia universal”, de los “derechos humanos”, de la lucha contra “las dictaduras”, contra el “terrorismo” y contra el “narcotráfico”. En tales condiciones, se volvieron imposibles y hasta contraproducentes los golpes de Estado a cara descubierta, los gorilatos y los dictadores brutales y cínicos. La historia, la evolución de la sociedad, logró desaparecer las antiguas formas de dominación imperialista pero no la necesidad económica que las había generado; no el fenómeno de la acumulación excesiva de mercancías y capitales ociosos y su exigencia de más y mayores mercados para su consumo e inversión. Hubo, pues, que crear una forma nueva, moderna, suave y “civilizada” para conservar (e incluso mejorar si fuera posible) el control total, absoluto, monolítico y sin fisuras, de los países débiles y rezagados, de sus mercados de productos y de capitales, de sus riquezas naturales y de sus grandes yacimientos de minerales y de sustancias energéticas (petróleo y gas principalmente), para provecho exclusivo de los grandes monopolios.
Claro siempre ha existido el control por parte de los gobiernos y cada vez más, la sociedad va despertando y exigiendo la democracia.
ResponderEliminarClaro, los monopolios, duopolio y monopolios!!!
ResponderEliminarClaro, los monopolios, duopolio y monopolios!!!
ResponderEliminarLas gobiernos cada vez tienen menos poder frente a las grandes empresas.
ResponderEliminar